Soledades mezcladas de impureza alojan en mi habitación.
Tengo telarañas putrefactas en mi cabeza descontrolada.
Siniestros laberintos en mi cerebro me impiden una salida.
Eres pequeño como una estrella fugaz,
pero hiriente como un erizo ensangrentado y sediento.
Ya no esperare a que me dejes nuevamente, hoy, te dejare yo.
No vuelvas a tocar mis dedos o te vas a congelar.
Mis sentidos se vuelven abstractos y mis ojos se oscurecen.
Todo se transforma en interminables caparazones que no me dejan apagar la luz.