miércoles, 1 de diciembre de 2010

Insomnio.

Soledades mezcladas de impureza alojan en mi habitación.
Tengo telarañas putrefactas en mi cabeza descontrolada.

Siniestros laberintos en mi cerebro me impiden una salida.

Eres pequeño como una estrella fugaz,

pero hiriente como un erizo ensangrentado y sediento.

Ya no esperare a que me dejes nuevamente, hoy, te dejare yo.

No vuelvas a tocar mis dedos o te vas a congelar.

Mis sentidos se vuelven abstractos y mis ojos se oscurecen.

Todo se transforma en interminables caparazones que no me dejan apagar la luz.

Poema Cuyano.

Para Tomás.

Lamento mucho escribir esto en tu lecho de muerte.


Cuando tienes la carita tiesa y
no respiras,
no sufres.

¿Por qué será que todo se hace después de la vida?

Quizás en que tierras te esconderás ahora.

En que huerta te encapucharás para comer lechuga,
para robarte alguna zanahoria
y mordisquearla hasta que te aburras y
cambies tu trayecto para alcanzar algún cable o un pedazo de papel de diario
y la tinta con esas letras incensatas rueden por tu estómago hinchado.

Fueron siete años de cariño, de compañía.

Tú tan roedor,
con tus patitas pequeñas corriendo hacia cualquier lado.

Tomás, llegaste como un destello  de luz a iluminar nuestra oscura casa.

Y ahora te vas, con un tumor en la pata trasera y
una mirada que me costará olvidar.

Te fuiste consumiendo como una vela que no quiere derretirse,
pero te fuiste igual.

Atrás quedó tu dolor y la agonía del veneno.

Estoy segura que algún día te encontraré en un cerro y
te contaré sobre este poema muerto.


sábado, 6 de noviembre de 2010

En la micro.

¿Te parece si mejor nos arrancamos en un auto?

Ya sé que al no tenerlo, tendríamos que robarlo. No importa. Puedo seducir a cualquier que tenga colgando algo entre las piernas.
Sí. A los hombres.

No me molesta jugar a la puta. Prefiero eso a ser la dueña de casa domesticada que sale a comprar pan con el delantal puestoy sonríe, de manera humilde, a todo el mundo.

En serio, prefiero el auto. Así, puedo desnudarme las piernas mientras conduces y el pito que nos fumamos, consume su efecto en nosotros.

Pero, por favor, llévame por la autopista, en la que no se mezclen esas ambulancias que odio. Porque gritan la desgracia, años antes de que ocurra.

Quiero llegar a la playa, bañarme contigo sin ropa y llorar mientras las olas se enredan con mi cara. Así nadie lo nota, ni siquiera yo, que soy tan fijona en los detalles y las ventanas.

Así nos arrancamos de la ciudad y el puterío de la hora pick. Detesto el sudor de la gente cerca de mi cuerpo. Aunque, lamo el tuyo mientras estás arriba mío y me sujetas el cabello.

Paremos el auto. Parémoslo y saquémonos la ropa, quiero gritar más alto que la Janis Joplin en su Kosmic Blues en vivo.

Ves que sería lindo si me robo el auto.

Sería lindo. 
Quiero encamarme bien al lote contigo.

Quiero tomarte del brazo, darte un beso y poner tu mano en mi cintura.

No oír los gritos de las vecinas copuchentas, abrir la ventana para que todos vean cuantas ganas nos tenemos.
Quiero sentir tu olor.

Languetearte hasta decir basta. Hasta que me digas basta.

Arrancarte los boxer con la boca.

Y poder verte sin ropa al fin. Tirarme arriba tuyo y moverme como nunca.

Ya te dije, quiero encamarme bien al lote contigo. Desarmar la cama, tirarte al suelo. 

Mirarte a la cara, amarrarte, besarte, tocarte. Poner mi cara entre tus piernas.

Sentir tu quejido. Y que si alguien pasa por afuera, en la calle y nos ve, que se muera de envidia. 

Que escuche nuestro escándalo de locura y atracción. Ese desenfreno del que tenemos tantas ganas.

Quiero encamarme contigo. Cuando haga frío y que mi cuerpo sude de la pura calentura.

Quiero encamarme contigo y morirme de los orgasmos.

Ya te lo dije, quiero encamarme contigo. Pero, si quieres que sea más clara. Te lo repito.

Quiero encamarme contigo. Quiero que tus manos se pierdan en mi cuerpo.

Que me toques con ganas y tu entrepierna entre justo en mi entrepierna. De manera incómoda. Con mi pie debajo de tu espalda, mi mano en tu almohada y tu boca en mis pechos. Que sea incómodo, pero que sea rico, que me digas que me quieres mientras sudas de calentura enferma por mí.

Quiero encamarme contigo.

Acabar en tu cuerpo. Y rendirme del cansancio en tu cama, con la espalda mojada de tanto hacer el amor. Que las sábanas suden, que los vidrios se empañen y las paredes guarden el secreto.

Quiero encamarme contigo.